Y ella dijo...

"La ilusión mueve el mundo"

lunes, 10 de marzo de 2008

La hipocresía (o como retroalimentarse con los propios excrementos)


Parece ser que todo aprendizaje profesional se fundamenta en el reconocimiento de la negligencia y la ineptitud y la no asunción de tales prácticas como dogmas de fé.

Hace bien poco se celebró un festejo entre un grupo de trabajadores. Lo que allí nos reunió era algo anunciado al inicio del proyecto; era algo que con el paso del tiempo se convirtió en el Gran Circo de los Despropósitos gracias a la pésima acción del carismático líder del proyecto. Es un hombrecillo de fuertes convicciones, todas ellas nacidas de una hipocresía bien entrenada desde el escaparate de la cortesía relacional. Su facha no oculta más que falsedad social para con el prójimo, amabilidad pretendidamente pretenciosa, iniciativa hiperactiva que hace el amago de aparentar una seriedad profesional que tan sólo un niño de 5 años puede destapar y desmontar. Y de paso reírse de él. No me puedo olvidar de la prepotencia que vomita su mirada, sus ojos abiertos y permanentemente sonrientes, pase lo que pase. Es esa prepotencia de quien, apoltronado en lo alto de una mole de excrementos, admira su miembro viril. Este curioso individuo, que por cierto tiene todo el derecho de defecar y sentarse en sus propios deshechos, es el clásico emprendedor localista, una mente idealista de gran ambición encorsetada en un tablero de juego que le queda corto... o eso piensa él.

Pero vayamos por partes rápidamente: cree en lo que hace, pone todas sus energías en aquello con lo que se aventura. Pero el fracaso le ha provocado una disfunción perceptiva, una psicosis que se alimenta del desprecio hacia los que él cree inferiores y no merecedores de su respeto. Eso es algo que descubres cuando tu relación con él se va desarrollando. Porque a su inicio detectas cortesía y ganas de trabajar. Y es más: crees oler en él una astuta experiencia. ¡Qué ingenuas son mis fosas nasales! Descubrí que esa cortesía es aún más falsa que el primer apretón de manos que nos dimos. Es un hombre viciado en la praxis profesional, inconscientemente desencantado. Es un tipo que debe llevar constantemente toda su carrera maquillando con hipocresía la realidad y aguantando su fachada con contrafuertes de prepotencia y despotismo. Esto va apeor desde el momento en que su trabajo es un terreno fértil de cultivo de lenguas propias y ajenas pegadas a culos propios y ajenos.

El problema de no conocer más caminos que la negligencia para llevar a cabo su trabajo es que, cada vez que le ponen soluciones delante de sus ojos recubiertos de vómito, no las sabe ver. Porque así fue y así será. Y entonces compruebas cómo el semen que encharca y empantana su cerebro no le permite vislumbrar la evidencia. El desdén con el que trata a aquellos que planteamos el trabajo desde una postura coherente, de igual a igual, le hace caer en el fortín del desprecio y autodescalificarse hasta parecer un niño de 11 años en hora de recreo. Su orgullo no acepta procesar la diversidad de opiniones cuando provienen de quienes no se rebajan a tragar con su inepta arrogancia y quienes, consecuentemente y tras ver como funciona, le pueden dejar en evidencia con sólo un movimiento de mano.

Nosotros no babeamos tras sus pasos, por lo que reaccionó creando pequeños escenarios de confrontación y buscando así instantes de burla infantil. Y si encontraba aliados artificiales, casuales e inconscientes, se jactaba y su cabecita se enrojecía mientras las carnes de su cuerpo se sacudían al ritmo de sus risitas de incompetencia.



Es curioso ver a un hombre de más de 40 años comportarse como un auténtico gilipollas.

Es frustrante sentir la tromba de respuestas ante los actos subrepticios de desprecio y ver como acabas por soltar el comentario más confuso y menos eficaz. En esos casos, mis balbuceos de lengua de trapo mohoso son cribas de ráfagas de pensamientos, expresiones incompletas que, de no ser por la entonación y la gestualidad de mi jeta, el interlocutor no las recibiría como una contestación.

Te quedas como un chuletón poco hecho, pero en el fondo descansas contento por haber aprendido cómo puedes llegar a ser un necio inútil e incapaz antes de los 40.





Todo un profesional.

3 comentarios:

Javi Camino dijo...

Si es que el mundo el mundo está lleno de indeseables!

Dónde se pueden ver los trabajos esos de vigo?

Anónimo dijo...

Su nombre empieza por C ?

Anónimo dijo...

Viva la ineptitud de los que se creen que se comen el mundo y no han ido ni a pedir a la barra, porque dará paso a los que no necesitan pisar a otros para triunfar.

he dicho.

bss

Esterilla